No hay fecha que no se cumpla, ni hora que no llegue, un viejo compromiso habría que cumplir; la promesa de llevar a mi socio y amigo a degustar un rico plato de chilaquiles en salsa roja había llegado.
9:45 a.m. llegamos al restaurant “Oasis” del Hotel “Palace Inn”, el cual te recibe con un ligero ruido de una fuente, misma que independientemente que es grata a la vista, funge un papel como de relajamiento auditivo, haciendo una perfecta armonía con las plantas del jardín, las mesas y sillas, incluso las paredes de vidrio que dividen en dos zonas el establecimiento, la interior y exterior.
Desafortunadamente no tuvimos tanta suerte de encontrar mesa disponible cerca de la entrada en el área exterior, teniendo como única opción sentarnos al fondo del pasillo, para mínimo poder apreciar la naturaleza de cerca.
Al principio, el personal de servicio, nos atendió de manera normal y hasta cierto punto dentro de los tiempos permitidos o razonables de espera, ofreciéndonos algo de tomar y proporcionándonos la carta. Sintiendo poca necesidad de consultarla, pues ya teníamos más que claro que íbamos a desayunar.
La conversación entre nosotros, como siempre, fluyó casi de manera instantánea, entre recuerdos de reencuentros de la preparatoria y las malas experiencias con los fraudes en la compra venta de automóviles, los minutos fueron transcurriendo; hasta que de repente sentimos un abandono total por parte de los dos únicos meseros que trabajan en el turno.
Resulta que era hora del lonche del personal o al menos eso concluimos, al verlos que muy a gusto estaban tomando su cafecito con pan, se miraban tan cómodos, que me daba pena interrumpir, pero las ganas de alimentarme fue mayor, por lo que no dude en llamarles y pedir que nos tomaran la orden.
De la cocina solo puedo agradecer por dejarme bien con los comentarios y promesas que hice a mi amistad, ya que he de reconocer que dentro de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, no hay competencia alguna para los chilaquiles que ahí sirven, son un verdadero agasajo para el paladar, tanto que en el momento me hizo olvidar cualquier mal sabor producido por parte de los camareros. Aunque tal pareciera que éstos, estuvieran empeñados en realizar una mala atención, puesto que solicitamos otra bebida y nuevamente estaban físicamente presentes pero mentalmente creo estaban en el país de las maravillas conociendo a Alicia.
Dentro de las impresiones por parte de mi socio con respecto a los alimentos que consumimos, coincidió en lo supremo del sabor, dándole una calificación de 9.5 a los chilaquiles (la verdad, considero muy reservado esa evaluación, pero es su criterio y es muy respetable).
Refiriéndome al resto de los alimentos que sirven, puedo ser honesto y decir que tienen un buen nivel, haciéndole competencia a cualquier franquicia nacional o extranjera, siendo incluso de mejor calidad y sabor.
Pareciera ser este el lugar perfecto y lo fuera, de no ser por el pequeño pero a la vez gran detalle del servicio, por lo que tengo a bien recomendar un poco más de capacitación y concientización al personal encargado de la atención directa al público.
Toda la armonía del diseño arquitectónico, los espacios y detalles, la naturaleza que se puede apreciar y hasta cierto punto respirar, la buena cocina combinada con precios accesibles, hacen que el satisfacer una necesidad básica como lo es el desayunar, sea todo un momento de placer, relajación y gozo.